Necesito escribir este post porque se me arruga el estómago cada vez que escucho las noticias y conecto con la locura que nos rodea estos últimos días. No solo como ciudadana, sino también como pequeña empresaria. Porque lo que está en juego además de nuestra economía (macro y micro) es el sentido. Y cuando el sentido tambalea o se desdibuja por los trazos del miedo, las decisiones se vuelven erráticas, las estrategias se desconectan y el futuro se vuelve aún más incierto.

Y por eso necesito trazar mi propia ruta estratégica. Para no caer en la desesperanza. Para reconectar los puntos (connecting the dots). Porque cuando el ruido se hace tan loco, el propósito tiene que sonar aún más fuerte.

Punto 1: Europa busca su manera propia

Cada año participo en la SME Assembly, el gran encuentro europeo impulsado por la Comisión Europea para pensar el futuro de las pequeñas y medianas empresas. Formo parte del equipo de facilitación internacional que acompaña el proceso con propuesta y síntesis visual, transformando ideas complejas en claridad compartida. En la edición de 2024, celebrada en Budapest, emergió con fuerza la conversación sobre la necesidad de un modelo europeo de empresa frente a los modelos dominantes de Estados Unidos o China. Un mode…

Punto 2: Un contexto global que aprieta y desconcierta
Lo que estamos viendo con Estados Unidos —con sus decisiones unilaterales, sus aranceles y su lógica de “soy el centro del mundo, hago y dispongo lo que me plazca”— no es solo una cuestión técnica o económica. Es una señal clara de desorientación global, una forma de ejercer poder que impone tensión sobre el resto del sistema económico, social y político. Y esa tensión nos atraviesa directamente: se rescinden contratos sin previo aviso, se congelan inversiones que ya estaban comprometidas, se aplazan decisiones, se expulsan personas e identidades, se desequilibra el sistema …

Punto 3: El giro necesario de la estrategia como control a la estrategia como identidad
Aquí se abre un cruce clave. Algunas estrategias se están construyendo desde el miedo: buscando controlar lo incontrolable, tomando decisiones apresuradas, cerrándose a nuevas posibilidades. Se traducen en medidas que no construyen comunidad ni visión a largo plazo. Solo tratan de contener. Pero existe otro camino. Una estrategia que parte del propósito, que se construye desde dentro hacia fuera, que se alinea con lo que somos y con lo que queremos sostener. Una estrategia que no impone, sino que implica…

Punto 4: Las PYMEs como músculo y conciencia de Europa
Lo veo cada día en mi trabajo. Las pequeñas y medianas empresas —que representan más del 99% del tejido empresarial europeo— no están solo sosteniendo la economía. Están sosteniendo relaciones, empleos, compromisos, vínculos con la comunidad. Son la infraestructura emocional y práctica de esta Europa que quiere construir desde los valores y no desde los algoritmos del miedo. Y aun así, son las que más sufren cuando el sistema global entra en pánico. Porque a ellas (a nosotras) se les cortan los pagos. Se les pausan los contratos. Se les congelan los apoyos.

Punto 5: Conectar los puntos para no perder el rumbo
Connecting the dots no es solo una frase inspiradora. Es una necesidad estratégica. En tiempos donde todo parece fragmentado, conectar el propósito con la acción, la identidad con las decisiones, la escucha con el rumbo… no es un lujo. Es lo que nos permite seguir siendo quienes somos sin desdibujarnos en el ruido.

Preguntas que me están ayudando estos días:

Como dice Otto Scharmer: “El liderazgo comienza escuchando el futuro que quiere emerger.” Y ese futuro, para muchas organizaciones, no llegará desde una sala cerrada ni desde un plan de control. Sino desde una conversación honesta, un propósito compartido y la valentía de construir una estrategia propia, viva y en común.

Yo también estoy ahí. Como empresaria. Como consultora estratégica. Con mis propias preguntas. Con mis miedos. Intentando sostener equipo, mantener foco, cuidar la calidad, honrar los compromisos, mientras afuera la marea sube y el viento cambia cada día de dirección. A veces me siento como una txalupa en medio de la tempestad: pequeña, sí. Frágil, a ratos. Pero con el remo firme. Porque aunque no puedo controlar el mar, sí puedo decidir cómo remar. Desde dónde. Con quién. Y hacia qué horizonte. Y sé que no estoy sola. Que somos muchas las pequeñas embarcaciones que, aunque no hagan tanto ruido, están sosteniendo este mar de fondo. Remando. Con criterio. Con alma. Con visión. Y, sobre todo, con un profundo compromiso de no dejarnos arrastrar por la corriente del miedo. Porque lo que estamos construyendo —en cada conversación, en cada decisión, en cada estrategia tejida desde dentro— es otra manera de estar en el mundo. Más humana. Más coherente. Más valiente.

Y eso… eso (también) es nuestro futuro.

 

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