Hay semanas en las que el trabajo se convierte en espejo. Mientras preparaba dos conferencias —una sobre cómo descubrir tu valor añadido y otra sobre cómo redibujar tu manera de liderar— me di cuenta de que no estaba solo generando contenido. Estaba volviendo a casa. A las preguntas que me han sostenido siempre. A ese lugar interno donde se enraíza lo que de verdad importa.

A menudo decimos que liderar con propósito es tener una dirección clara. Pero no siempre es así. La vida, y también el trabajo, se llena de curvas, nieblas y caminos que se desdibujan. Lo que nos sostiene entonces no es la hoja de ruta, sino la brújula. El horizonte no cambia, pero sí los puentes que desaparecen o las sendas que hay que volver a trazar. Y cuando el terreno se vuelve incierto, lo que hace la diferencia es la persona —y el equipo— que sostiene la brújula con firmeza. Con propósito. Con confianza. Con autenticidad.

Una brújula clara no despeja la niebla, pero te recuerda hacia dónde seguir.

Esa brújula es la que trabajamos en los procesos estratégicos que acompaño. Especialmente en momentos de cambio profesional o redefinición de liderazgo. Hablo de estrategias Vivas. De procesos participativos, visuales y estructurados que permiten hacer visible lo esencial, trazar lo diferencial y activar nuevas posibilidades.

En organizaciones y equipos aparece una y otra vez una misma sensación: la de estar en movimiento sin estar del todo conectados con lo que de verdad importa. Líderes que sienten que su forma de liderar ya no encaja. Profesionales con talento que no saben cómo poner en palabras su aporte real. Equipos que ejecutan sin comprender del todo para qué hacen lo que hacen. Y debajo, una desconexión que afecta al compromiso, a la claridad, al impacto y al sentido.

En esos procesos no doy “las respuestas”. Creo las condiciones, habilito los espacios y activo los lenguajes para que éstas emerjan. A veces, una persona redescubre su propósito profesional al ver con claridad qué cambia cuando ella está en el sistema. O comprende que su diferencial no está en hacer mucho, sino en cómo sostiene, acompaña o estructura. O logra conectar los hitos de su historia y, al hacerlo, se reencuentra con lo que le da dirección.

No siempre hay certezas. Pero cuando puedes verte con claridad, puedes decidir con más consciencia. Eso cambia la forma de liderar, de comunicar y de contribuir. Y, sobre todo, devuelve arraigo en este tiempo donde tanto se tambalea.

Yo misma sigo haciéndome estas preguntas. Tengo 51 años y sigo redibujando caminos. Pero hay algo que no cambia: el propósito desde el que acompaño. Porque cuando una persona o un equipo conecta con lo que verdaderamente es, lo que sabe hacer y lo que quiere aportar, aparece el trazo. Aparece el rumbo. Y con él, la posibilidad de avanzar sin perderse.

En un tiempo como este —complejo, incierto, exigente y un poco preocupante—, reconectar con lo que somos y con lo que podemos ofrecer de manera única no es un lujo. Es una necesidad. Y si somos capaces de nombrarlo, trazarlo y anclarlo… pisamos con más firmeza, decidimos con más alineación y lideramos con más verdad.

Porque de eso se trata: de ocupar nuestro lugar no solo desde lo que sabemos hacer, sino desde lo que Somos. Y de hacerlo al servicio de algo mayor: un equipo más conectado, una organización más coherente, un ecosistema con más sentido y una contribución que aúna resultado y propósito, impacto y coherencia, dirección y humanidad.

Así que si te resuena esto de conectar con tu valor añadido para tomar decisiones con sentido, trazar con claridad tu contribución y dejar una huella coherente, te espero en:
🔹 ASPEGI | 3 de abril | Donostia – Diferénciate: conecta con tu valor añadido.
👉 Apúntate aquí

Y i quieres dibujar tu liderazgo desde lo que eres, no desde lo que se espera, y activar tu impacto en tu equipo y entorno desde tu centro, desde tu brújula, acompáñame en esta otra:
🔹 ARTEKO | 4 de abril | Bilbao – Dibuja tu liderazgo: del garabato a la acción.
👉 Apúntate aquí

Porque cuando conectamos con lo esencial —como personas o como organizaciones—, aunque dibujemos caminos claros, habrá momentos en los que tocará girar el rumbo, improvisar senderos o reconstruir puentes. Y ahí es donde la brújula importa: cuando el terreno cambia, pero el propósito permanece. Eso es dirección. Eso es estrategia. Y eso es ejercer un liderazgo que contribuye con sentido.

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