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Una estrategia solo cobra vida cuando es clara, compartida y se pone en acción.

Este blog nace de mi trabajo con líderes y equipos que, como tú, quieren alinear propósito, personas y acción. Comparto contigo herramientas, reflexiones y experiencias reales que te ayudarán a traducir ideas en movimiento. para transformar la desconexión en cohesión, y de cómo el Lenguaje Visual Estratégico puede ayudarte a contar —y vivir— una estrategia que todos entiendan y abracen.

Porque si no lo vemos, no nos movemos.
Y aquí estamos para conectar personas, visualizar horizontes y  dibujar caminos que nos pongan en acción.

Liderar en clave de… jazz

El iceberg de la ignorancia” ha circulado ampliamente como metáfora visual para señalar una verdad incómoda: los equipos de primera línea ven el 100 % de los problemas; los mandos intermedios, el 74 %; y la alta dirección apenas el 4 %. Es una imagen potente, pero también incompleta.

Porque el verdadero problema no es la ignorancia. Es la pérdida de ritmo. Es la desconexión sistémica.

Esa forma sutil en la que nuestras organizaciones ralentizan, distorsionan o bloquean el movimiento natural de la información, la conversación y la capacidad de decidir desde lo que importa. El ritmo se pierde cuando el sistema deja de escuchar. Cuando las conversaciones no fluyen. Cuando el liderazgo confunde control con dirección.

La solución no está en “bajar al terreno” de forma puntual ni en crear una apariencia de horizontalidad. La solución pasa por un cambio más profundo: dejar de entender el liderazgo como una posición que acumula respuestas y empezar a vivirlo como una función que sostiene el ritmo colectivo.

El ritmo de las personas.
De las ideas.
De los sentidos compartidos.

En los procesos que facilito con el método Dibuja tu Estrategia®, lo veo una y otra vez: las decisiones más potentes no son las que se toman “desde arriba” ni las que se consensuan al detalle, sino las que emergen de un lugar distinto. De una escucha que capta lo que se dice y lo que aún no se ha dicho. De una narrativa visual que permite ver juntos lo que antes era invisible. De una estrategia que se dibuja, literalmente, entre muchas manos.

Porque no se trata de pedir permiso, sino de construir dirección compartida. Y para eso, hace falta crear espacios donde las voces no solo se escuchen, sino que generen acción.

Tal vez haya llegado el momento de abandonar el iceberg. Dejar atrás la mirada que culpa, que simplifica, que separa. Y atrevernos a mirar nuestras organizaciones como sistemas vivos, más parecidos a una selva o a una banda de jazz que a una estructura jerárquica.

Allí, entre relaciones, ritmos y tensiones, el liderazgo se convierte en arte: el arte de facilitar el movimiento, sostener el propósito y activar el compromiso. Porque liderar en clave de jazz no es controlar cada nota, sino sostener el ritmo que permite a otros sonar.

El liderazgo en clave de jazz

Liderar en clave de jazz es transformar la jerarquía en resonancia. No se trata de controlar cada nota, sino de mantener el ritmo que permite que la música ocurra. En una banda de jazz, nadie manda. Cada instrumento aporta su voz, su escucha, su tempo. Cada músico sabe cuándo entrar, cuándo acompañar y cuándo dejar espacio. Así también debería sonar el liderazgo en las organizaciones.

El saxo representa la escucha profunda: esa capacidad de resonar con lo que ocurre, de interpretar lo que se dice y lo que aún no se ha dicho. Escucha y abre el espacio. Es quien inicia la conversación, quien afina el ambiente para que otros puedan entrar.

El contrabajo simboliza el propósito, el ancla y la base que sostiene el sentido. Da estabilidad, mantiene el rumbo, recuerda para qué hacemos lo que hacemos. Cuando el saxo escucha y el contrabajo ancla, la música empieza a tener dirección. La energía encuentra su eje.

La batería encarna la coherencia: marca el compás, mantiene el pulso común, asegura que el grupo se mueve al mismo ritmo. Entre el propósito y la coherencia se genera la estructura invisible que sostiene la confianza.

El piano invita a la conversación creativa: co-crea, improvisa, dialoga y genera armonía entre voces diversas. Ahí, entre el ritmo y la palabra, aparece el juego, la exploración y la posibilidad de lo nuevo.

La guitarra es el vínculo: acompaña, integra, modula el clima emocional, conecta los planos de la melodía y el ritmo. Teje entre lo que se siente y lo que se decide. Une lo que podría dispersarse y mantiene viva la emoción compartida.

La trompeta representa la voz visible: inspira, proyecta, moviliza. No busca protagonismo, sino poner en valor lo que el grupo ha construido juntos. Su brillo no compite: ilumina. Señala el momento de dar un paso adelante y mostrar al mundo el resultado colectivo.

Y finalmente, la voz cantante encarna la presencia consciente: decide, orienta y da sentido al conjunto. Es quien pone palabra al sentir común, quien toma decisiones desde la escucha, quien traduce la emoción en dirección. No dirige, elige con el cuerpo lo que el alma del grupo ya ha decidido.

Cuando cada uno toca desde su escucha, el sistema suena. Cuando todos conectan propósito, estructura y emoción, emerge la música. Ese es el liderazgo en clave de jazz: escuchar, sostener, conectar, improvisar, decidir y resonar… para que la organización encuentre su propio ritmo.

La práctica de la presencia

Liderar así exige algo que no se enseña en los manuales: presencia. Presencia para escuchar sin juzgar, para sostener el silencio, para notar las tensiones sin querer resolverlas demasiado pronto. Para percibir cuándo el sistema necesita más estructura… y cuándo más aire.

En el jazz, la decisión no se toma por votación ni por jerarquía. Se toma en tiempo real, desde la escucha mutua. Cada entrada, cada silencio, cada solo es una micro-decisión colectiva. Así también en las organizaciones vivas: las mejores decisiones no vienen de quien sabe más, sino de quien sabe escuchar mejor.

En los procesos de Dibuja tu Estrategia®, suelo decir que no dibujamos planes, sino sistemas que aprenden. Cada trazo, cada símbolo, cada mapa visual se convierte en una partitura. Una partitura que no se toca igual cada día, porque la realidad cambia, las personas cambian, y lo que ayer sonaba bien, hoy puede necesitar otro tempo. El dibujo no es el final del proceso, sino el instrumento que permite seguir afinando juntos. Un mapa vivo donde cada miembro del equipo reconoce su nota, su ritmo y su aporte. Y cuando eso ocurre, ya no hace falta insistir en la “alineación”: la música se alinea sola.

Cuando la organización suena

Para traducir esta mirada al lenguaje visual, quise representar lo que ocurre cuando el liderazgo se toca en distintas claves. En la primera infografía, cada instrumento encarna una dimensión esencial del liderazgo resonante:

El saxo, la escucha profunda que abre el espacio y afina el ambiente.
El contrabajo, el propósito que ancla y sostiene el sentido.
La batería, la coherencia que marca el compás común.
El piano, la conversación creativa que co-crea e improvisa.
La guitarra, el vínculo que modula la emoción compartida.
La trompeta, la voz visible que inspira y proyecta.
Y la voz cantante, la presencia consciente que orienta y da sentido al conjunto.

Cada instrumento aporta una parte del liderazgo, una energía, un ritmo. Ninguno puede sonar solo. Pero cuando todos entran en relación, cuando esas funciones se entrelazan y se escuchan mutuamente, emerge algo más grande que la suma de las partes.

Esa es la escena que representa la segunda infografía: el liderazgo en acción como un sistema vivo de resonancias.

Ya no hay jerarquías rígidas, sino interdependencias conscientes.
El propósito sostiene, la coherencia marca, la presencia orienta, la escucha abre, la conversación crea, el vínculo teje, la inspiración moviliza.
Cada nota encuentra su lugar en un pulso compartido.

Y es entonces cuando la organización suena.
Suena con propósito, con coherencia, con sentido.
Suena porque ha aprendido a escucharse.

Liderar en clave de jazz no es solo una metáfora: es una práctica para activar la inteligencia colectiva, armonizar lo estructural con lo emocional y convertir la estrategia en una experiencia viva. No se trata de dirigir una partitura, sino de crear las condiciones para que la música ocurra.

Porque cuando el liderazgo deja de buscar el control y empieza a sostener el ritmo, cuando la conversación fluye y el propósito se hace audible, entonces sí: la organización suena. Y suena con sentido.

Si quieres profundizar en el ritmo, conexión y vibración de tu liderazgo te enseño a marcar el compás aquí.

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Miryam Artola

Author: Miryam Artola