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Una estrategia solo cobra vida cuando es clara, compartida y se pone en acción.

Este blog nace de mi trabajo con líderes y equipos que, como tú, quieren alinear propósito, personas y acción. Comparto contigo herramientas, reflexiones y experiencias reales que te ayudarán a traducir ideas en movimiento. para transformar la desconexión en cohesión, y de cómo el Lenguaje Visual Estratégico puede ayudarte a contar —y vivir— una estrategia que todos entiendan y abracen.

Porque si no lo vemos, no nos movemos.
Y aquí estamos para conectar personas, visualizar horizontes y  dibujar caminos que nos pongan en acción.

Sostener con sentido

Liderar una micropyme en 2025 exige estrategia, presencia y coraje.

No solo para crecer o innovar, sino para sostener con sentido en medio de contextos complejos, inestables y profundamente humanos. No siempre hablamos de esto. Pero deberíamos.

Cerramos julio.
Y mientras mi equipo se va unos días de vacaciones —con los correos programados, los proyectos en orden, las tareas entregadas y la cabeza (más o menos) tranquila— yo me doy cuenta de algo que no es menor: hemos sostenido.

Y no lo doy por sentado. Porque no es fácil. Ni es automático.

Tener una micropyme —como la que llevo liderando desde hace más de una década— no se trata solo de crear, inspirar, o acompañar a otras organizaciones. También se trata de generar empleo real. De pagar sueldos dignos. De crear estructuras que, aunque pequeñas, funcionan.

Y sobre todo, de que las personas que forman parte puedan irse tranquilas unos días, desconectar de verdad, disfrutar lo merecido. Eso también forma parte de liderar: cuidar el proyecto cuidando a quienes lo hacen posible.

Eso implica estrategia.
Pero no la estrategia entendida como documento cerrado o plan perfecto (que, como decía Mintzberg, rara vez sobrevive al contacto con la realidad), sino una estrategia viva, que se revisa, que se encarna y que se adapta. Una estrategia que no solo proyecta, sino que cuida.

Y aún con todo eso… no hay garantías. Porque liderar hoy —en este contexto social, económico y emocional tan frágil— también implica aceptar que podemos caer. No por mala gestión. No por falta de compromiso. Sino porque los sistemas tiemblan. Porque hay variables que no controlamos. Porque a veces el mercado no responde, o el cuerpo no da más, o los ritmos se rompen.

Hace unas semanas leí un artículo de Guillermo Dorronsoro que me tocó especialmente. Se titulaba Caer con elegancia y hablaba de algo que no siempre nombramos: la resistencia previa a la caída.

Lo que sostenemos sin que nadie lo vea. Las decisiones difíciles que tomamos con miedo pero con presencia. Las veces que no caemos… aunque casi.

Me reconocí en esas líneas. Porque también yo, como tantas otras personas, lidero desde una micropyme. Una estructura pequeña que crea empleo, que inspira, que acompaña… pero que cada mes ha de asumir costes, pagar nóminas, reajustar, tomar decisiones difíciles y convivir con la incertidumbre.

Y aunque desde fuera todo parezca que “va bien”, lo que no se ve también cuenta: el esfuerzo, las preguntas internas, los ajustes invisibles, las pausas forzadas, las veces que una sostiene aunque esté agotada.

Resistir, en este contexto, no es solo una palabra. Es una forma de liderazgo consciente.
Que se encarna en lo cotidiano: en las conversaciones difíciles que no se evitan. En el propósito que se cuida.
En no perder el rumbo incluso cuando el camino se desdibuja.

Durante el año que viví en Boston, un espacio que necesité para redibujarme desde otro lugar, vi esa misma fuerza en muchas personas. Gente que se había caído una, dos, cinco veces. Y que, sin hacer ruido, volvía a empezar. No por inercia, sino por sentido.

Según datos de la Comisión Europea (SME Performance Review, 2023), el 99,8 % de las empresas en Europa son pequeñas o medianas. Y la gran mayoría son microempresas: menos de 10 personas, sostenidas con creatividad, compromiso y muchísima resiliencia. Estas empresas generan el 65,3 % del empleo total y el 53,3 % del valor añadido.
Pero sobre todo, sostienen vínculos, relaciones, comunidad.

Por eso este artículo me conectó tanto.
Y porque no se trata solo de caer con elegancia.
Se trata también de todo lo que hay antes.
De lo que decidimos sostener.
De la calma que buscamos cuando el contexto tiembla.
De cómo seguimos —con propósito, con presencia— incluso cuando no hay certezas.
De cómo dibujamos la estrategia para avanzar y contribuir a nuestro entorno.
Y también, de cómo la sostenemos. No desde la épica, sino desde lo cotidiano. Desde lo que no siempre se ve, pero marca la diferencia.

Porque sostener no es detenerse.
Es cuidar el rumbo.
Es ajustar sin rendirse.
Es hacer espacio para lo importante, aunque no sea urgente.

Sostener con sentido.

  1. Dar(nos) permiso para desconectar.
    Liderar también es cuidar que tu equipo pueda irse tranquilo. Eso exige estructura, estrategia y confianza.

  2. Nombrar lo invisible.
    No todo lo que sostiene se ve. Hay esfuerzo, ajuste y decisiones difíciles que no salen en la foto.

  3. Liderar desde dentro.
    No solo acompañas a otras empresas: tú también gestionas estructura, pagos, personas y emociones.

  4. Aceptar (y surfear en) la fragilidad del sistema.
    No todo depende de ti. Hay factores que no controlas. Caer no siempre es fracaso: a veces es contexto

  5. Ajustar con honestidad, sostener con criterio.
    La estrategia no es un mapa rígido. Es una práctica viva que se adapta, se encarna y se cuida cada día.

  6. Confiar en lo esencial, aunque “no brille”.
    El propósito, el equipo, la coherencia. Lo que te sostiene no siempre es lo visible… pero es lo que permanece.

  7. Resistir como acto estratégico.
    Seguir en pie —con presencia, con propósito— también es construir futuro. Aunque cueste. Aunque nadie lo aplauda.

Y yo, este año, no voy a desconectar. O mejor dicho, la desconexión de muchos de vosotros me va a ayudar a conectar. 
No por inercia. No por workaholismo. Sino porque necesito este tiempo de conexión. De crear y recrear.
De revisar con pausa. De ordenar lo que normalmente el ritmo no deja. De preparar, con conciencia, lo que vendrá.

Porque liderar también es saber cuándo parar…
y cuándo quedarse un poco más,
en ese lugar invisible donde se cultivan las decisiones que sostienen.

Y eso, aunque no se vea, también es estrategia.  Y porque hay procesos que no se ven, pero construyen. Y porque sostener, en estos tiempos, también es construir futuro.

Disfrutad de la (des)conexión.

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Miryam Artola

Author: Miryam Artola